Al habla Sara, redactora jefa, directora de contenidos, CEO, mandataria, máxima líder y puta ama de Tech & Words, medio especializado en videojuegos para móviles con un total de poquísimos lectores y menos empleados. Uno, para ser exactos. Servidora. Este es el último post de mierda que publicamos en nuestro blog de ídem porque, lo dicho, aquí no queda ni el tato. No tengo ni idea de cómo se escribe una reseña porque desde que entré a trabajar hace seis meses las únicas teclas que he tocado son las de la fotocopiadora y las que ponen largo, corto y macchiato en la máquina del pasillo. Así que me vais a perdonar que no sepa lo que estoy haciendo.
Sabría algo si Mario se hubiera molestado en enseñarme. O en darme unos tips y unos highlights, como él decía. La verdad es que el tío controlaba la hostia de battle royale, pero se lo ventilaron unos zombies de la que firmaba la review y, claro, hacer de coach desde el otro barrio es complicado. Game over, capullo. También podría haber aprendido algo de Erika, feminista empoderada y reina de la sororidad de cara al público y a la comunidad tiktoker. Se encargaba del rollo manga, que le pegaba bastante con las pintas de zorrita cosplayer y con la cara de oler mierda. Cara que, por cierto, acabó estampada contra la moqueta de la oficina cuando en Nosequé Warriors le rebanaron el pescuezo de un katanazo. Las coletas de colegiala todas llenas de pelusas. Qué pena, hermana. Aunque, en realidad, el que me tenía que haber mentorizado, como responsable miro que era, se llama Raúl, pero solo se responsabilizó de sobarme el culo cada vez que nos cruzábamos en el ascensor o en el pasillo. Supongo que ahora, enchufado a un respirador en el 12 de octubre con los muñones todavía tiernos, poco va a manosear. Nunca he sido fan de los arcade, pero bendito Pac-Man.
Después de ellos la palmó de un derechazo Sandra, que se encargaba de escribir sobre juegos de fighting. Noelia, la de los shooting, sobrevivió a los tres primeros Call of Duty, pero no pasó del cuarto. Javi, el que llevaba deportes, se quedó medio lelo por una hostia en bici; y Toni, el de Casino777, está en Proyecto Hombre intentando desengancharse de las tragaperras. Al final solo quedamos Loli, la de administración, que no hizo ni la intentona; y Ramiro, el de la limpieza, que un día quiso sustituir a Toni y al siguiente estaba dejándose los cuatro duros que ganaba en el Codere de abajo.
De toda esta tropa me salvé yo. Y aquí estoy, intentando terminar la reseña de un videojuego que aún no existe pero que alguien debería inventar. Propongo llamarlo Corporate Blood. El requisito para participar es ser un trepa narcisista con mucho apego al trabajo y poco a la vida. Además, tienes que creerte merecedor de un Pulitzer por publicar textos dirigidos a adolescentes pajilleros —¡hola, queridos lectores!— y pronunciar estas dos palabras con mucho desprecio: la becaria.
Pues la becaria se ha pasado el juego, hijos de puta.
Este artículo es parte de The Posttraumatic VOL.8 "BREAKING NEWS".
Comments