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Valentina

Confesiones de una asesina moderna

Que verguenza ser millenial, no tener una jungla en el piso y asesinar vegatales


Era mi primer día de Universidad en la Facultad de Medicina. Sabía lo de las novatadas, pero no sospechaba cuán lejos podían llegar. A una le colocaron un retractor dental para impedir que cerrase la boca y le encajaron un bote de nata al grito de “¡Traga, zorra, traga!”. A otra le pellizcaron los pezones con pinzas de tender la ropa y le colocaron en la cabeza unas orejas de burro gigantes, obligándola a rebuznar mientras caminaba a cuatro patas. Otro chico tuvo que arrodillarse y rezar el Rosario mientras varios le meaban encima. 

 

Aunque yo evité a toda costa el contacto visual con los veteranos para no llamar su atención, uno de ellos se acercó a mí con risa burlona: “Tú tienes cara de chupar muchas pollas, pero seguro que nunca te has comido la de un muerto. Pues estás de suerte porque en la planta baja tenemos de sobras.”

 

No-me-puto-jodas. Miré con pánico a mi alrededor y todos me miraron desde la distancia, temorosos y compasivos. Entre tres me levantaron por las piernas y los brazos, y comenzó la Procesión. Grité como un cerdo degollado y me retorcí lo más que pude, contorsionando todo mi cuerpo, explorando una elasticidad jamás antes alcanzada. Instinto de supervivencia, supongo. Traté y traté desesperadamente de liberarme de sus garras, sin éxito. Con las cuerdas vocales en fuego y la vista nublada por las lágrimas me rendí, dejándome llevar como una ofrenda a los muertos. 

 

Al llegar, la sala de disección de cadáveres estaba a oscuras. Me bajaron al suelo y, antes de poder reaccionar, uno de ellos me colocó unas esposas.

 Entre empujones, recorrí las camillas con bultos grises e hinchados tumbados sobre ellas, cubiertos por sábanas. La impresión de ver esos cuerpos por primera vez me distrajo de lo que sucedía al otro lado de la sala. 

 

Uno de los veteranos se colocó unos guantes y sacó goteando de un frasco de cristal un pene amputado. El pene era de un color verde marronoso con pelos negros y largos saliendo de él, como antenas. El que me había puesto las esposas me sujetó de rodillas contra el suelo, tirando de mi pelo con fuerza. El otro grababa. 

 

El de los guantes se acercó a mí y se colocó el pene entre los muslos, zarandeándolo en el aire: “¿Vas a ser una buena putita?”. En ese momento, cerré los ojos y la boca lo más que pude, ahogando un grito que llegaba de mis entrañas. Al acercarlo a mi cara, un olor ácido penetró mi nariz, similar al de los pepinillos en vinagre. El chico restregó el pene por mi cara, golpeando mis mejillas con él. La textura era algo rugosa, sorprendentemente dura y rígida. Pepinillos en vinagre, es un pepinillo en vinagre. En uno de estos azotes fálicos, el fluido del pene salpicó mis párpados y se coló por el lagrimal. Apreté mis ojos con aún más fuerza y comenzaron a arder. 

 

En ese momento, el ácido empezó a subir por mi garganta y una fuente de vomito salió disparada. La escena era penosa: entre los espasmos corporales y las manos esposadas detrás, parecía una oca empachada vomitando su propio hígado. 

 

Tenía los ojos inyectados en sangre y la garganta ardiendo. No veía nada. Con un movimiento brusco el chico me penetró con el pene la boca desencajada, llena de estalactitas de baba. Mientras su compinche inmovilizaba mi cabeza, el otro empujó rítmicamente sus caderas hacia delante y hacia atrás, golpeando mi campanilla, formando una mezcla espesa de baba y espuma en mi boca: una pobre perra con la rabia.

 

Después de varias embestidas y ya aburridos de ese espectáculo dantesco, lanzaron el pene al suelo, me sacaron las esposas y me escupieron. Sentí sus gapos fríos burbujeando sobre la piel. No sé cuánto tiempo permanecí tumbada en el suelo, en un mar de tropezones, cara a cara con un pene sin cuerpo. 

 

Adopté una postura rigor mortis, mimetizándome con los muertos ahí presentes. Tiré con cuidado de la sábana que cubría al de mi lado y me envolví con ella hecha un ovillo: una muerta en vida entre cadáveres.





Este artículo es parte de The Posttraumatic VOL.8 "BREAKING NEWS".

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